El counseling es una actividad de refuerzo que se emplea para resolver los problemas de la vida cotidiana. Este término proviene del mundo anglosajón y viene a significar algo similar a «aconsejando». Aunque, como vas a poder comprobar en este post, tampoco hemos de ceñirnos a esta definición exacta. A grandes rasgos, uno de estos consejeros sería, en realidad, una especie de consultor psicológico. Se trata de una asistencia que provee de recursos para afrontar los conflictos más habituales del día a día. Pero es mediante el análisis de la práctica como resulta más sencillo comprender en qué consiste el trabajo que se lleva a cabo en el counseling. ¿Te gustaría formarte en este ámbito? No te pierdas nuestro máster en psicología holística y coaching.
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¿Qué rasgos distinguen al counseling?
Una vez hemos definido el concepto, es un buen momento para diferenciarlo de otros términos similares. Esta metodología forma parte de la misma familia que otras provenientes del terreno de la psicología. Sin embargo, el counseling no trata de abordar el estado mental del individuo. No se centra, por lo tanto, en el paciente ni en ningún problema psíquico. Eso sí, los profesionales que se dedican a esta disciplina comparte el decálogo de valores con el resto de especialistas de la psicología.
Por consiguiente, no va a recurrir a medicamentos ni a terapias farmacológicas. Aunque también está claro que los efectos de sus sesiones no van a ser muy distintos a los que producen algunos de estos tratamientos. Suele ser habitual que las personas que acuden a sesiones de counseling afirmen sentirse acompañadas como las que van psicoterapias.
Un método que se basa en la persona
Como en esta metodología no se duda del estado mental del asistente, se tiene plena confianza en él. De este modo, se va a invertir tiempo de calidad en mejorar su autopercepción. Este aspecto ha de ir vinculado a un programa de actuaciones que le beneficien. Pero en ningún caso el counselor se va a convertir en un prescriptor del guion de estas acciones a realizar.
Él, simplemente, va a jugar un papel de acompañamiento. Al fin y al cabo, se trata de que sea el propio sujeto quien llegue a sus conclusiones. Y, una vez las tenga claras, es el momento de poner en marcha un proceso de cambio al que acabe llegando por él mismo. Sin embargo, no debes de olvidar que la asistencia del counselor es clave en dicho proceso, al igual que en el coaching. Ten en cuenta que su concurso ayuda a poner en valor unas nuevas decisiones basadas en sus auténticos intereses.
Este profesional, por otra parte, no se va a mostrar nunca ni autoritario ni paternalista. A continuación, te explicamos cómo contribuye a la evolución de quien recurre a sus servicios.
¿En qué consiste una de estas sesiones?
En primer lugar, aunque estemos hablando de un individuo concreto, te aclaramos que los beneficiarios pueden ser diversos. Nos referimos a parejas, familias, hermanos, compañeros de trabajo, etc.
En definitiva, cualquier colectivo o perfil que imagines puede hacer uso de estos servicios. Pero, en todas estas actividades, siempre hay un nexo común. Se trata del diálogo en su más amplia acepción. Es decir, un diálogo libre, abierto y en todo tipo de formatos. El counselor, aunque acompaña en todo momento, va a dejar que hable sobre todo su interlocutor, ya que la base de este método es el autoconocimiento. En este sentido, ha de potenciar la comunicación y la extracción de conclusiones.
Las herramientas que se utilizan
El talante del counselor se materializa, por ejemplo, en la validación de las opiniones. Por supuesto, esto no significa que siempre esté de acuerdo con ellas. De hecho, se van a dar multitud de casos en los que esté radicalmente en contra de lo que le cuentan. No has de olvidar que esta validación inicial es un instrumento para aumentar la confianza y, de este modo, poder establecer un diálogo en el se que desea que el peso lo acabe llevando quien ha solicitado los servicios de counseling.
Validar las opiniones de los demás significa que las podemos entender. Por una cuestión de comprensión de sentimientos, como, por ejemplo, la ira, el enfado, la frustración, la apatía, la resignación, la empatía o el aburrimiento. A partir de este reconocimiento, se trata de que la persona confronte sus ideas. Pero no de una manera violenta ni dándole la solución. Siempre en positivo, el counselor facilita que el flujo de alternativas, sin llegar a ser extenuante, no se detenga.
Rebuscando en su mente y verbalizando todo lo que siente, quien acude a la sesión va a hallar sus propias soluciones. En este sentido, el counselor se apoya en diversas técnicas para estimular el diálogo y la locuacidad. Nos referimos a técnicas tales como la reformulación de frases, las evocaciones de citas o el storytelling. Pero también hace uso de otras, como la entrevista o el brainstorming. En cierto modo, el interlocutor se va a considerar escuchado, lo que siempre es reconfortante, aunque hablemos de temas espinosos. Frases como «¿qué sientes?» o «¿qué te parece?» van a ser útiles para generar este clima de intercambio de ideas.
¿Cuándo es adecuado recurrir a esta metodología?
Por último, hemos de señalar que cualquier motivación es válida para echar mano de este método. Pero no es ningún secreto que suele ser más solicitado para abordar situaciones de crisis. Estos contextos pueden ser muy diversos. De hecho, tanto como lo pueden ser los problemas personales. Es obvio que cada uno los experimenta de una manera. Sin embargo, hay inconvenientes que suelen pesar más que otros en estas justificaciones.
No olvidemos, en este aspecto, los problemas sentimentales de pareja, los familiares, los laborales, los generales de autorrealización personal, etc. En resumidas cuentas, cualquier quebradero de cabeza que no nos atrevemos a encarar en solitario.
El recurso a la consultoría psicológica es, en realidad, una decisión que demuestra rigor en el reconocimiento de una complicación. En definitiva, el counseling supone una contribución mediante el diálogo a la resolución por tus propios medios de todo tipo de dificultades cotidianas.