Saber pero no saber. Querer pero no querer. Los seres humanos no somos un reloj, ni funcionamos de manera sistemática. Por ello, la ambivalencia afectiva es un concepto psicológico con el que todos deberíamos familiarizarnos. Si tú tampoco sabes a qué nos referimos exactamente, quédate. Te lo contamos todo en nuestro post de hoy. Además, si quieres formarte en este apasionante ámbito, no te pierdas nuestros cursos online de psicología. Elige el que mejor se adapte a tus necesidades.
Estudia psicología holística y coaching y trabaja en tu bienestar emocional con Esneca Business School.
Índice de contenidos
¿Qué es la ambivalencia?
Según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española, la ambivalencia es la condición de ambivalente o el estado de ánimo, permanente o no, en el que una persona coexiste con dos sentimientos opuestos. Amor y odio, aburrimiento y pasión, alegría y pena. Todas estas situaciones, aunque puedan parecer muy opuestas y en diferentes extremos, pueden coexistir. Y, cuando lo hacen, aparece la ambivalencia afectiva.
Y es que, como comentábamos al inicio de este artículo, los humanos no somos máquinas programadas. Experimentamos emociones, y las unimos a recuerdos, vivencias y otros factores que pueden hacernos sentir la ambivalencia afectiva. ¿Es esto un trastorno o una afección grave? ¿Cuándo debemos preocuparnos? Sigue leyendo, te lo explicamos.
Tipos de ambivalencia afectiva
Este fenómeno se puede manifestar en diversos ámbitos de la vida emocional y afectar el bienestar psicológico. Podemos identificar 4 tipos de ambivalencia afectiva:
- Ambivalencia en las relaciones personales. Es común sentir amor y resentimiento hacia una misma persona, especialmente en relaciones cercanas como las de pareja, familiares o amistades. Por ejemplo, alguien puede amar profundamente a su pareja pero al mismo tiempo sentir frustración o enojo por ciertas actitudes.
- Ambivalencia hacia uno mismo. Esta se manifiesta cuando una persona experimenta sentimientos encontrados respecto a su propia identidad, decisiones y comportamientos. Puede sentirse orgullosa de un logro, pero al mismo tiempo culpable por las consecuencias que dicho logro tuvo en otros aspectos de su vida.
- Ambivalencia hacia situaciones o decisiones. Ocurre cuando se experimentan emociones opuestas frente a una misma situación. Por ejemplo, alguien puede sentir entusiasmo por comenzar un nuevo trabajo pero también miedo e inseguridad por los cambios que esto implica.
- Ambivalencia cultural o social. Se da cuando las normas, valoras y expectativas sociales generan sentimientos contradictorios. Un ejemplo de estos es sentir atracción hacia una cultura o estilo de vida que, al mismo tiempo, entra en conflicto con los valores propios o familiares.
¿Y qué es la ambivalencia afectiva?
Como te hemos explicado anteriormente, la ambivalencia afectiva es un estado de ánimo. Mientras estamos experimentándolo, podemos tener sensaciones contradictorias. Ello se debe a que durante la ambivalencia afectiva compleja, experimentamos sentimientos, emociones, ideas y opiniones contrarias entre ellas. De ahí que, cuando experimentamos este estado de ánimo también sintamos tensión, indecisión o incomprensión.
Por ejemplo, cuando alguien muy querido nos decepciona pero el amor que sentimos por la persona nos impide “aborrecerla” al 100%. A pesar del disgusto que sentimos por ese hecho en concreto, también sentimos amor por él o ella. Aquí es cuando experimentamos esta ambivalencia afectiva.
Sin embargo, ¿es siempre normal sentir estas contradicciones internas? Siempre que no sea un hecho muy común, sí, es completamente normal. La vida de una persona social nunca es completamente lineal. Es decir los imprevistos que nos ocurren pueden hacer que experimentemos este estado de ánimo de lo más común.
Algunos autores, unos más controvertidos y otros menos, han asociado a lo largo de los años la ambivalencia a trastornos y patologías mentales tales como la esquizofrenia. Sin embargo, en la actualidad se considera un fenómeno aceptable, normal y comprensible.
Así pues, a pesar de ser normal experimentar esto, es necesario que le prestemos atención. Aunque es completamente usual tener que convivir con la incertidumbre, la contradicción y el no saber actuar, debemos estar atentos a estos elementos que pueden acabar interfiriendo en otras facetas de nuestra vida más allá del estado anímico momentáneo.
Consecuencias de la ambivalencia
Cuando experimentamos la ambivalencia afectiva, se suceden ciertos mecanismos en nuestra mente que hace que nos sintamos de una manera determinada. Es decir, para llegar a experimentar este estado anímico, necesitamos un ‘gatillo’ o ‘activador’. Una circunstancia que nos ocurre y que hace que sintamos esta ambivalencia y contradicciones internas.
Sin embargo, no solo sentimos ambivalencia afectiva. Sino que este estado de ánimo nos puede causar consecuencias de otra índole. Dicho de otra manera: la ambivalencia nos puede traer otros sentimientos como indecisión o malestar. Y es que las emociones que ‘chocan’ y provocan la ambivalencia afectiva suelen ser muy intensas y profundas. Por ejemplo, sentimos odio y amor a la vez, o ilusión y miedo. Por ello, dependiendo de la situación que haya causado este estado de ánimo, es posible que necesitemos el apoyo de un profesional de la salud mental.
Por otro lado, este estado de ánimo es un gran ‘consumidor’ de energía, lo que nos puede provocar cansancio, desgaste o bloqueo. Son claramente situaciones relacionadas con la indecisión, la confusión y la ambivalencia afectiva.
La gestión emocional juega un papel clave en esta área. Conoce qué es y descubre nuestros consejos para trabajar el equilibrio emocional.
Beneficios de la ambivalencia
Aunque hasta ahora solo hemos estado hablando de las consecuencias más bien negativas que puede acarrearnos la ambivalencia, no todo es negativo. Y es que experimentar este estado de ánimo también tiene otros significados. Antes que nada, las contradicciones son como cruces de caminos que, además de hacernos dudar, nos dan nuevas oportunidades.
Asimismo, las contradicciones nos ayudan a clarificarnos. Nos arrastran a una situación ante la que debemos calibrar opciones, pros y contras. Es decir, la ambivalencia afectiva nos impulsa a acabar tomando decisiones. También puede suceder que empecemos a darle importancia a otros aspectos que antes no podíamos ver.
Finalmente, cabe destacar que con la ambivalencia podemos aprender a plantar cara a ciertas preguntas que evadimos consciente o inconscientemente. Al encontrarnos ante estas situaciones de incertidumbre, es siempre una buena ocasión para dejar de lado el miedo, meditar y avanzar tomando decisiones que antes de ello no habríamos sido capaces de asumir.
Cómo sanar la ambivalencia afectiva
Sanar la ambivalencia afectiva es un proceso que requiere autoconocimiento, paciencia y, en algunos casos, apoyo profesional. Veamos algunas estrategias para gestionar sentimientos contradictorios:
- Reconocimiento y aceptación. El primer paso para sanar la ambivalencia afectiva es reconocer su presencia y aceptar que es normal tener sentimientos contradictorios. Negar o reprimir estas emociones solo puede intensificarlas.
- Identificación de las causas. Reflexionar acerca del origen de esta ambivalencia puede ayudar a comprender por qué se experimentan estos sentimientos. Es posible hacerse preguntas acerca de qué comportamientos o situaciones desencadenan estas emociones, por ejemplo.
- Expresión emocional. Hablar con alguien de confianza o escribir en un diario puede facilitar la expresión y organización de los sentimientos. Este ejercicio ayuda a clarificar los pensamientos y a ver la situación desde una perspectiva más objetiva.
- Establecimiento de límites. En las relaciones interpersonales, establecer límites claros puede reducir la ambivalencia. Definir lo que se está dispuesto a aceptar y lo que no, ayuda a mantener un equilibrio emocional.
- Técnicas de regulación emocional. Prácticas como la meditación, la atención plena y la respiración consciente pueden ayudar a gestionar las emociones contradictorias, promoviendo un estado de calma y claridad mental.
- Búsqueda de apoyo profesional. Si la ambivalencia afectiva afecta significativamente la calidad de vida o las relaciones, puede ser beneficioso acudir a un psicólogo o terapeuta. La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, ofrece herramientas para identificar y modificar patrones de pensamiento disfuncionales.
- Desarrollo de la autoempatía. Ser compasivo con uno mismo y entender que es normal tener conflictos internos facilita el proceso de sanación. La autoempatía permite enfrentar las emociones sin juicio y con mayor comprensión.
¿Te gustaría aprender más acerca de cómo mejorar la salud mental y conseguir el equilibrio emocional para sentirnos satisfechos con nosotros mismos? Entonces, nuestro máster en psicología holística y coaching es perfecto para ti. Conocerás las claves de la autoestima, el apego y las relaciones para convertirte en un experto en bienestar mental y emocional. ¡Descubre cómo encontrar tu camino y trabajar tu equilibrio con la formación de Esneca!